Pablo y Alba no entienden las notas: la incapacidad de la calificación

measurement-1476919_1920.jpg

En el episodio número 60 de Píldoras de Educación, reflexiono sobre las sesiones de evaluación y cómo hacer que estas juntas sean realmente productivas y útiles, sin que tengamos la sensación de estar perdiendo el tiempo en ellas cada trimestre cuando acudimos a nuestra cita ineludible con las mismas. También hablé un poco sobre la evaluación en general y cómo ésta debe ser un proceso de reflexión en el que el estudiante debe ser partícipe. Entre otras cosas, dije que la evaluación es más que una simple nota. Calificar no es evaluar; calificar es etiquetar. Hoy te quería traer el complemento del episodio en formato escrito (para variar) y esta vez te lo voy a contar desde la experiencia personal, pero desde mi faceta de padre.

Tengo dos hijos, un niño y una niña, de 7 años (sí, tengo mellizos 😅). Mi hija, Alba, es una niña atenta, trabajadora, a la que le gusta agradar en el aula a sus profesores. Enseguida se le quedan las cosas y muestra siempre interés por las nuevas propuestas que le hacen en clase. Así que no ha sido ninguna sorpresa ver en los boletines de la segunda evaluación nueves y dieces. De la primera a la segunda evaluación ha habido un progreso, aunque la calificación ha sido la misma.

Sin embargo Pablo es más "despistado", no le motiva cualquier cosa. Necesita hacer un esfuerzo mayor para llegar a los aprendizajes, sobre todo cuando no le interesa (situación con la que nos encontramos en numerosas ocasiones en los centros educativos). Siempre le ha costado alcanzar los hitos evolutivos, sobre todo en lo que a motricidad se refiere, y la motricidad fina no ha sido diferente. Una de sus mayores dificultades en este sentido ha sido la escritura, la realización del trazo para conseguir escribir correctamente en minúscula. A comienzos de curso era incapaz de escribir en minúscula. Simplemente "dibujaba" las palabras si tenía un modelo delante (este tema da para un episodio del podcast, ya que lo importante aquí es el enfoque comunicativo de la escritura). En cuanto a la lectura, aunque leía, se estancaba mucho y confundía bastantes letras, lo que hacía una tarea muy complicada el comprender las lecturas. A finales del primer trimestre llegaron los boletines a casa con un 6 en el área de Lengua.

En los últimos tres meses Pablo ha dado un cambio increíble. Ha hecho un esfuerzo enorme y esas dificultades que presentaba al principio casi han desaparecido. Es capaz de escribir en minúsculas de una manera legible y sin demasiado esfuerzo y además, lee fluido, sin apenas silabear y no confunde letras. Todo esto en tan solo un trimestre. Sin embargo en la nota numérica, en Lengua sigue apareciendo un 6.

 
six-1426638_640.png
 

¿Refleja este número el inmenso progreso y el avance que ha experimentado Pablo? Mirando tan solo a la calificación, todo hace pensar que más o menos está en el punto que estaba, con algún avance al tratarse de un trimestre más.

 La nota numérica no ha podido plasmar el enorme esfuerzo que ha realizado y todos los escalones que ha subido en tan solo un trimestre. Afortunadamente contamos con los comentarios de su profesora en los boletines, en los que apunta el gran esfuerzo y el avance que ha experimentado Pablo en el segundo trimestre. Pero sabemos que muchas familias se quedan tan solo con el significado de la nota numérica, que en realidad poco nos dice.

En casa hemos tenido que gestionar la situación que la nota numérica nos ha dejado. Pablo sabe que ha mejorado lo que nunca nos podríamos imaginar, pero sigue teniendo el mismo 6 que cuando presentaba mayores dificultades. No lo entiende. Y es así como la calificación no invita a la reflexión, o si lo hace es prácticamente incomprensible y arbitraria la manera en la que actúa.

 La calificación la pone de manera unilateral el profesor o la profesora sin que el estudiante sea partícipe, no de la decisión, sino de la necesaria reflexión del proceso de su aprendizaje. Si a Pablo no le hacemos reflexionar sobre su propio proceso de aprendizaje y evidenciar sus progresos, su mente de 7 años no comprenderá ese 6 y probablemente más adelante tirara la toalla al ver que, haga lo que haga, se le va a seguir etiquetando con esa nota.

Y no, no me he olvidado de Alba, que por supuesto también tiene que reflexionar sobre su aprendizaje, aunque sea “una niña de 9”. Este es otro de los errores que solemos cometer en la escuela, olvidarnos de los estudiantes que sacan "buenas notas". Tampoco les sienta bien la etiqueta de la calificación.

La nota numérica, la calificación, es incapaz de medir el progreso del aprendiz, sea cual sea la edad. Si le damos la calificación a nuestros alumnos sin más, sin ningún otro elemento cualitativo, estamos excluyéndoles de su propio proceso de aprendizaje, y justamente lo que queremos es lo contrario, que sean protagonistas activos del mismo. En muchas ocasiones estamos intentando cambiar la metodología docente, tendiendo hacia metodologías activas, lo cuál está muy bien, pero nos queda el escollo de también cambiar la evaluación. Por ello necesitamos realizar una evaluación auténtica, que realmente refleje los progresos, las dificultades y que invite a nuestros alumnos y alumnas a ser partícipes de la misma y les ayude a la reflexión.

Pablo y Alba han quedado conformes con la reflexión sobre su aprendizaje (de momento), pero les queda mucho camino que recorrer en su vida como estudiantes. Espero que en su larga vida académica se encuentren con profesores como tú, inquietos, que buscan un cambio en la educación, porque sabes que otra educación es posible.